«¿Qué se hizo el rey Don Juan?
Los Infantes de Aragón, ¿qué se hicieron?
¿Qué fue de tanto galán,
qué fue de tanta invención como trajeron?»
Jorge Manrique, Coplas a la Muerte.
nada; la tristeza está en el alma,
los cantares ya marcharon,
y no se ya si yo quiero
los colores que este siglo marcan.
Los tiempos que siempre oscuros,
se mejoran de pasada,
se ven mejor con el tiempo pasado
que lo aclara.
La pena quemo nuestro fogón,
amargo nuestra casa;
a la mesa alguna vez nos sentamos dos
y la pena añil que pasaba.
La pena enturbió nuestra palabra,
paralizo nuestra sangre:
pobrecito corazón; abraza, adopta
un corazón exague.
Pues la pena culmino su hazaña,
deshilo los hilos de esta lana,
remendó los sueños con olvido
y nos mató aun siendo nada.
Escribo porque pesa dentro
un clamor terrible, un signo ardiente
que se eleva, que conoce mi aliento,
que sabe de mi pasado y mi presente
y que no toca el cielo.
Y ahora miro atrás y pienso,
«Joder eran buena gente»;
—y a nadie encuentro—
Me siento azul y triste entre el aliento
de los años gélidos,
solo espero encontrar de esta ecuación
el sujeto resuelto
y dejar por siempre de necesitar...
La pena es un sueño roto,
asúmelo, son los restos de azafrán
de una herida condenada a no cicatrizar.
«¡Joder eran buena gente!»
—ya no están—.
Lo peor no es que hayan muerto,
es no saber ni el bien ni el mal;
lo peor es no tener una puta piedra a quien clamar,
un maldito signo que inundar.
«Joder, ¿y por qué ya no están?»
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