las luciérnagas del cielo
prenden los espíritus inmanentes de la naturaleza…
¿Sientes tú su extrañeza
al mirarte a los ojos de control pusilánime y abulia?
¿Les ves estremecerse ante mi ataráxica costumbre,
ante lo bestial de la carcoma de las almas?
¿Les ves sufrir ante la discordia de mi corazón
ante mi emoción destruidísima?
Y una lengua tan pura como esta
desperdiciada en prosa impía;
no lo sientes rellegar,
es escorbuto nocturno,
solo lo cura la infusión del pino
y el zumo de limón en las yagas…
Nuestros nuevos amos no nos entendieron;
somos entonces artistas por ser irredentos,
quién sabe, lo oscuro está en el mundo,
lo profundo se nace con ello;
el arte, ese teléfono rojo de las musas,
a veces, viene luego.
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