[...]
Espérannos niños chicos;
espérate niña guapa,
espérame suelo frío
hierba verde que remata;
escúchanos chico listo,
escúchate sabio triste,
espérame suelo añil
que recibiste…
Amas el verdor del campo,
amas el fragor herbáceo,
sientes el candor terrible
de tener los ojos a ambos lados;
sientes doble y firme,
la consciencia de saber que eres
y que estas actuando.
Siguen corriendo los niños salvajes:
sigue siendo verano;
tumbados de corazón a corazón
sobre la hierba, veraneándonos.
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